ETAPA 12.

Porto Ercole - Civitavecchia (Italia).

Los remeros están nerviosos, notan la proximidad de Roma y esto no les permite reconciliar el sueño. Se levantan a las 3 de la madrugada, en plena noche. La única luz que ilumina el barco, procede de algunos focos encendidos y de los difusos destellos que proporciona la deficiente iluminación de la pequeña aldea pesquera.

Como tienen ganas de avanzar, a las tres treinta de la madrugada del día 14 de septiembre, realizadas las naturales faenas de embarque a las piraguas, se inicia la boga de las 37 millas que separan Porto Ercole de Civitavecchia, final de la duodécima etapa. ¡Roma ya está cerca!.

El día transcurre normalmente, empujando las piraguas una fuerte corriente, que hace que avancen perfectamente y apenas sin esfuerzos. Les distrae el paisaje que divisan desde las piraguas en la claridad de la mañana, desfilando ante ellos, toda la variedad geográfica de esta parte de costa italiana, mientras reman incansables. En la ciudad etrusca de Tarquinia, que con sus torres se dibuja en la leve caída de un altozano, quedando sus murallas colgadas en la parte norte de un precipicio, aquí les marcan a las 10’15 de la mañana, 20 millas de boga.

A las dos y media de la tarde, once de remar, arriban al puerto de Civitavecchia. La llegada a esta ciudad, capital del Departamento Marítimo y puerto de gran importancia en el Tirreno, ofrece el triste espectáculo de la pasada guerra. El Castillo, que defendía al puerto y cuya obra fue ejecutada, al final, por Miguel Ángel, aparece con sus muros descarnados y con sus torres caídas por tierra. Es ahora, con el resto de sus murallas y bastiones derruidos, ejemplo doloroso de una época triste. Y en Civitavecchia, después de recorrer sus calles estrechas e irregulares, ofreciendo sus edificios el sello de vetustez característico de todas las poblaciones medievales, y después de visitar su Catedral, se van a un Albergue a pasar la noche. Que maravilla, una ducha con agua caliente para quitar el salitre de varios días y una cama de verdad, a dormir como Dios manda.